El gen de la solidaridad

Por Lilliam Irizarry

lilliam.irizarry@gfrmedia.com

Poco a poco, aquellos ojitos se fueron transformando en miradas profundamente solidarias que hoy llenan de satisfacción a este matrimonio que, en palabras de sus propios hijos, les transmitió el gen del servicio a la comunidad.

"Esa es nuestra semilla mejor sembrada", expresa don Ariel, un jubilado de 70 años que ha vivido para su familia y ahora también para su jardín. "Ellos veían que íbamos a visitar a nuestros familiares más pobres con alimentos, ropa, muebles que no usábamos y que, en vez de venderlos, se los llevábamos a los que más lo necesitaban".

Se refiere a sus hijos Vivian, quien tiene un doctorado en Educación; Carmen, que lo hizo en Lingüística, y Ariel, doctor en Sicología Clínica. El trío observó, aprendió y luego replicó la solidaridad con ancianos abandonados, niños maltratados, personas con necesidades especiales y gente sin hogar, entre otras poblaciones. Ya sus nietos, Fernando y Vianca, van por el mismo camino. Todo gracias a que aprendieron desde el hogar a extender los márgenes de su familia al resto de la humanidad.

Para esta pareja que lleva unida 52 años, el hogar es el más importante núcleo de solidaridad, pues es allí donde se dan los primeros signos de empatía y los primeros pasos de generosidad. Se empieza con los seres más cercanos y luego, con la ayuda y el ejemplo de los padres, se puede hacer extensivo a toda la sociedad.

"Nosotros lo hacíamos para que cuando fueran grandes siguieran nuestros pasos, para enseñarles que las cosas pierden su valor si no se comparten", sostiene doña Carmen, una ama de casa de 70 años que se mantuvo al cuidado de los hijos mientras su esposo salía a trabajar.

Muchas otras veces don Ariel se ausentaba del hogar, pero era para hacer trabajo voluntario en un asilo de ancianos. "Lo hacía yo solo, pero ellos sabían dónde yo estaba y eso les servía de ejemplo".

Entre los otros factores que hicieron una diferencia en su vida familiar, también destacan que sacrificaron la posibilidad de irse de vacaciones o de hacerle mejoras a su casa para poder tener acceso a lo que consideraban realmente importante.

"En casa no había carros nuevos ni viajes fuera del país, pero los mantuvimos en escuela privada con mucho sacrificio. Las vacaciones eran en la playa o el río", recuerda don Ariel. "Era una vida sin mucho lujo y enfocados en el trabajo, la educación y el servicio", añade doña Carmen.

Ambos están convencidos de que su mayor éxito como...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR