Ser gente

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

1

Uno de tales dichos llama la atención, en especial: Es gente. Ser gente nada tiene que ver con el apellido, esa herencia a veces enaltecida y a veces dilapidada. Porque ser apellido, o reducirse a jinete del apellido, poco o nada ennoblece.

Tampoco tiene que ver con el mucho dinero acumulado. Hay quien le sobra el dinero, pero el miedo a que mañana le falte lo aconseja a vivir hoy con una mano alante y otra atrás. Tampoco tiene que ver con la mucha o ninguna academia. Hay quien vive sobrado de títulos y falto de cultura. Hay quien memoriza diccionarios, pero ignora los saberes que no caben en ellos. Una afirmación de Saramago, misteriosa y sutil, precisa cuanto apenas esbozo: El hombre más sabio que he conocido, en toda mi vida, no sabía leer ni escribir.

El gran escritor portugués confirma la sabiduría como un don que trasciende la escolaridad, desconoce el vómito imparable de citas profundas y hace caso omiso a sandeces análogas. Sandeces que, en demasiadas ocasiones, confunden el pestañeo con la mirada.

Pero, a fin de cuentas, ¿qué rayos identifica el dicho Es gente? Conjeturo que el decoro y la entereza, el aplomo y la sobriedad, esas calidades distintivas de cuantos se emperran en ser personas honradas y justas, aun cuando el precio a pagar no es cáscara de coco.

Aclaro: unas personas honradas, justas y nunca discurseras, nunca recostadas del muro de la autocomplacencia. Que cuando alguien pregona Honrado como yo nadie, Justo como yo nadie, Vertical como yo nadie, Patriota como yo nadie, más vale sacarle el cuerpo. Que tanto delirio de grandeza esconde inseguridades de consecuencias peligrosas. ¿Cuáles? Para empezar la fe en la bondad del disimulo. Para terminar la resistencia a hallar serenidad en el pellejo que le toca habitar.

En resumen: el dicho Es gente identifica a quien hizo profesión de honradez y justicia, mas sin vocearlo por altoparlante o tuitearlo.

2

El dicho Parece gente celebra a los animales que, de súbito, nos transmiten una extraña sensación de humanidad. La anécdota relatada frente a las cámaras televisivas, hará un mes, por dos periodistas de fuste, Yolanda Vélez Arcelay y Carlos Wéber, ejemplifica la tal sensación. ¿Recuerdan la gallina que se desesperó cuando sus polluelos se escurrieron por una alcantarilla?

La ciencia veterinaria catalogaría la desesperación de la gallina como instinto, ese mecanismo nervioso que se activa en situaciones críticas. Sin embargo, el pueblo común y...

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