'¡Gracias vida! ¡Gracias Raymond!'

Por Marcos Billy Guzmán

Especial El Nuevo Día

"¿Casi, casi?", preguntó el uniformado, que luego asintió con la cabeza en señal de que lo esperaban estaba a punto de ocurrir.

La intriga quedó dilucidada minutos después, cuando de una esquina apareció una guagua con altavoces que anunciaba la llegada del mar de gente vestida de azul.

Eran las miles de personas que respondieron al llamado de "Da vida caminando con Raymond", que ayer completó el último tramo de una caminata que inició el viernes pasado en Vieques.

Llegaban bien motivados luego de ayudar a recaudar fondos para los pacientes del Hospital Oncológico y la Liga Puertorriqueña contra el Cáncer. Caminaban casi al mismo paso; unidos por una misma causa casi nadie es identificable.

Sin embargo, entre la muchedumbre se destacaba una pequeña figura. Entre tanta gente que caminaba arrastrando sus tenis sobre la candente brea, sobresalía un niño. Cargaba un bate que combinaba con un uniforme de pelotero con el número 2. Llevaba puesta una gorra roja que cubría su cabeza sin rastros de pelo.

"Es leucemia aguda", dijo.

Conoce el cáncer que padece tan bien como su edad, que demostró levantando nueve deditos. Su nombre, reveló sonriendo, es Jonathan.

Como el pequeño, decenas de pacientes caminaron con una gran sonrisa. Nada parecía quebrantarles el alma, aunque no podían esconder las debilidades del cuerpo. Por encima del dolor, van las ganas de vivir. Y los pequeños, que todavía no comprenden la muerte, se paseaban más felices que cualquiera.

Frente a ellos iba Raymond Arrieta, comediante de quien muchos coinciden haber recibido "gasolina para el alma" durante los seis días en los que recorrieron Vieques, Fajardo, Río Grande, Carolina, Caguas, Río Piedras y Hato Rey.

"En tiempos de crisis, de desolación, injusticia, maldad e incomprensión, él ha trascendido el egoísmo para devolvernos la fe. ¡Gracias vida! ¡Gracias, Raymond! Por ti hemos vuelto a vivir", manifestó Dana Encarnación, esposa de un paciente de cáncer.

El animador se dirigió a la muchedumbre sin mirar atrás, pues el camino fue largo y estaba está agotado. Pero la causa lo mantenía enérgico. Saludó a todos los que se acercaban; estrechaba manos, regalaba besos, sonreía y disimulando las lágrimas que se asomaban en sus ojos con un gafas oscuras.

La multitud apreció sus gestos con más gestos de cariño. Le tomaban fotos, lo abrazaban, agradecían su esfuerzo. Otros corrían para tocarlo, al menos con un dedo y hasta le dirigían algún...

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