El gran enemigo de Puerto Rico

Por José Javier Pérez

jose.perez@gfrmedia.com

El altísimo costo de la electricidad no solo golpea cada mes el bolsillo del consumidor, sino que también genera una espiral de encarecimiento en la medida en que empuja aumentos en el precio de alimentos y otros servicios.

A eso se le suma la falta de transparencia en sus operaciones y el omnipresente cristal partidista -a veces rojo, a veces azul- a través del cual se mira todo lo que pasa.

Allí adentro hay una gran raya trazada en el suelo que divide a empleados y a gerenciales: a un lado, la tribu de los energéticos populares y, al otro, los energéticos estadistas. El efecto neto es a veces la inmovilidad y la ineficiencia.

La AEE ha operado como si fuera un país gobernado por tiranos donde se decretan aumentos en el costo de la electricidad a través de una fórmula matemática que solo es buena para esa corporación pública.

Ese enunciado matemático permite que en esta corporación pública dé igual si las cosas se hacen bien o se hacen mal, si se otorgan contratos leoninos a incompetentes o si se roban o no la luz.

Nada de esto importa porque todo lo que se gasta en la AEE, justificado o no, legal o no, moral o no, se recupera a través de la factura que usted paga.

Mire su factura y observe que solamente cerca del 20 por ciento de lo que le cobran corresponde al gasto eléctrico.

Con el resto, usted está pagando las pensiones privilegiadas de algunos exdirectores, remodelaciones de oficinas, las demandas contra empleados y hasta por el gasto energético de los miles de bombillitas de Navidad que su alcalde instaló en la plaza de su pueblo.

Nadie fiscaliza a la AEE. Es un monopolio que se regula y se investiga a sí mismo.

Por eso, sus quejas sobre facturación excesiva nunca se resolverán a su favor. Por eso, cuando se...

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