Gran sentido de solidaridad

En cada emergencia, el sentido de comunidad y solidaridad de los puertorriqueños queda demostrado y el huracán María no ha sido la excepción. A solo horas de su paso por la isla, fueron muchos los vecinos que, sin esperar por la respuesta del gobierno, se tiraron a la calle a limpiar caminos, remover escombros y hasta asistir en desalojos.

Esto último lo viví de cerca. Esperé y pasé el ciclón con una amiga y su familia en la urbanización Lagos de Plata, en Levittown, Toa Baja, donde el nivel del agua subió tanto que la reacción más rápida –para proteger la vida– fue movernos al techo de la casa.

Fue una idea de los vecinos de la calle 11. Mientras el agua subía rápidamente y se metía a sus patios, marquesinas y viviendas consiguieron dos escaleras y las ubicaron en una pequeña terraza, que aún estaba seca, para que empezáramos el desalojo vertical, sin dejar atrás las mascotas.

Ya en el techo, esos mismos vecinos repartieron toallas y sacaron un toldo para cubrirnos, aunque fuera un poco, de la lluvia que aún caía; y cuando el nivel del agua bajó, nos ayudaron a regresar a “tierra firme”.

Eventualmente, la Guardia Nacional nos sacó de Levittown.

Historias similares se vivieron ayer en todo Puerto Rico. El Nuevo Día presenció cómo, en menos de dos horas, un puñado de personas, armadas con machetes, abrieron camino en la carretera PR-30. Asimismo, una madre y su hija llegaron hasta la Escuela Vocacional República de Costa Rica, en Caguas, para ayudar a...

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