UN GRAN VACÍO

Por Carmen Dolores Hernández

Especial El Nuevo Día

Nunca hubo antes -ni ha surgido en los pocos años transcurridos desde su retiro de la vida activa- una persona que haya llenado tantos espacios culturales como Ricardo Alegría. Hombre de instituciones -de fundarlas y desarrollarlas- su ausencia se ha venido notando en la pobre proyección y la aún más pobre ejecución de tales instituciones en nuestro país. Dispuesto siempre a dar batallas campales por aquello que quería defender (en una ocasión se enfrentó a Romero Barceló, entonces alcalde de San Juan, que quería desalojarlo de Casa Blanca: "Va a tener que venir a sacarme y tirar mis cosas a la calle y, cuando lo haga, lo estaré esperando con la prensa del país para que presencie el abuso"), era extremadamente entusiasta en la consecución de sus proyectos. Su capacidad de trabajo era enorme: "Yo descanso trabajando", dijo en una ocasión. También la tenía para reunir colaboradores a quienes hacía partícipes de su visión. Frugal en sus hábitos, lo era también en su trabajo. En una ocasión logró que el presidente de la Bacardí en Puerto Rico le cediera por un precio ridículo el edificio que luego convirtió en la Biblioteca y Archivo General. Aquel, exiliado de la Cuba castrista, le dijo riendo: "Usted me ha llevado más dinero que Fidel Castro". Debe ser el único servidor público de este país que haya pedido una reducción de sueldo (cuando se dio cuenta de que su sueldo se...

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