Grandesesperanzas

Todo parece una burda trama de mafiosos de barrio que por torpeza se cuidan poco las espaldas, como que tienen un teléfono al que pueden llamar los interesados en negociar el contrabando de mercancías en las aduanas.

Pero no se trataba de una banda formada por codiciosos burócratas de segunda, que se meten al bolsillo unos cuantos miles a costa de lo que debería percibir el erario nacional. Son millones de millones los esquilmados en impuestos de importación, al punto de descalabrar las finanzas públicas.

La red de delincuentes era de tan alto nivel, que la encabezaba nada menos que el presidente de la república, al que en su argot llaman el “número 1”, o “el mero mero”, o “el dueño de la finca”; y la vicepresidenta, la “número 2”, se ocupaba de manejar el día a día del negocio.

Ambos percibían una mitad de las ganancias, y se lo repartían equitativamente. La otra mitad iba a dar a los bolsillos de los funcionarios involucrados. El público conoce ahora a la banda como “La línea”, por la línea de teléfono designada para las transacciones.

Todo ocurrió en Guatemala, y el escándalo estalló en abril de este año, cuando se presentaron las primeras evidencias contra la vicepresidenta Roxana Baldetti. Obligada a renunciar, y ahora en prisión, está siendo procesada por los delitos de asociación ilícita para delinquir, defraudación aduanera y cohecho pasivo. Y se han reunido pruebas suficientes para enjuiciar por los mismos cargos al ahora expresidente encardelado Otto Pérez Molina, después que la Corte Suprema autorizó unánimemente su enjuiciamiento por el Congreso Nacional.

Desde que se conocieron las acusaciones contra la vicepresidenta, un movimiento ciudadano comenzó a tomar cuerpo con vigor inusitado, y al revelarse lo que todos sospechaban, que el presidente de la república era el jefe de la banda, el país, sin excepciones visibles, demandó su renuncia: la Iglesia Católica, las iglesias evangélicas, las organizaciones de empresarios, los sindicatos, las universidades, los gremios profesionales, maestros, estudiantes, empleados públicos, los medios de comunicación.

Una oleada cívica incontenible desbordó las calles de la capital y de las principales poblaciones, miles y miles de ciudadanos indignados ante esta trama obscena de corrupción, como no se veía desde que manifestaciones similares salieron a exigir la renuncia del dictador Jorge Ubico, que terminó yéndose al exilio en julio de 1944. El fin de aquella dictadura abrió el período de la...

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