'Mis gritos se escuchaban en el cielo'

Por Brunymarie Velázquez

brunymarie.velazquez@elnuevodia.com

Fue así, justamente entre seres queridos, que el agente Soto Santiago falleció ahogado en la tarde del miércoles cuando un golpe de agua viró la lancha del pasadía familiar.

Ayer, los gemidos de sus familiares y amigos se escuchaban discretamente en la capilla ardiente de la funeraria El Nazareno, en Aibonito.

A pesar de que decenas de personas entraban y salían, solo se oían los murmullos de los que expresaban condolencias. El silencio que reinaba era roto únicamente por las risas de los pequeñuelos que corrían por los pasillos de la funeraria, como ajenos al duelo de los adultos.

"No tengo palabras para precisar lo que se siente. Es el dolor más grande del mundo. Me enteré porque familiares y amigos vieron la noticia en la prensa y yo no quería ni ver televisión ni noticias porque no lo podía creer", dijo, mirando hacia el techo, Luz Eneida Rivera, madre del agente fallecido. Hace dos años también le tocó llorar la pérdida de su otro hijo a causa de complicaciones de salud.

"Cuando...

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