EN GUÁNICA BAHÍA DEL MANATÍ

Por Yaritza Rivas

yrivas@elnuevodia.com

El reto sería entrar a la desembocadura del Río Loco temprano. La meta era regresar a Jaboncillo hacia las 11 a.m., antes que el viento -que soplaba fuerte ese sábado- nos obligaría a esforzarnos mucho más a remar de vuelta por la Bahía de Guánica hasta la playa. Iba en el kayak con Vargas, mientras él me contaba que suele ver a estos mamíferos grisaceos acercarse. Claro, en sus viajes iban tres o cuatro personas. Esta vez éramos muchos. ¿Tendríamos suerte?

Le seguía el paso al líder con fe. Luego de remar por una hora, llegamos a la boca del puerto. Desde allí, Vargas vio la ocasión para regalarnos un momento de relajación. Estábamos entre Punta Brea y Punta Jorobado, las dos montañas que enmarcan la bahía.

Desde allí fue inevitable repasar algunos datos históricos que saltan a la vista. Como el faro español desde donde se divisaron los 13 barcos de guerra norteamericanos que entraron en la Isla en 1898. Distante en el malecón ubica la piedra que conmemora la histórica entrada de los norteamericanos. Y Ensenada, poblado que rigió la economía de este pueblo sureño a través de una de las centrales azucareras más importantes del mundo a principios del siglo pasado.

Seguimos directo hasta llegar a la zona de los manatíes. Una vez allí, los guías dieron las reglas para llevarnos bien con estos mamíferos marinos. Lo importante al penetrar su hábitat era explorar proteger y disfrutar dice, Esperanza Soto, otra de las líderes de la travesía.

Vargas es más enfático. "Los manatíes van a salir y les va a dar deseos de gritar. Cuando esto ocurra, no griten porque entonces no los vamos a volver a ver", detalló.

Se supone que habláramos bajito por el canal río adentro. Pero para algunos era imposible callar por el manglar. Allí gallinas de palo, aves y peces se movían a gusto, aun cuando la basura que baja del Río Loco desde Yauco invade su espacio. Uno de los excursionistas ayuda, rescata ¡una bola de baloncesto! y la guarda en su kayak.

Los manatíes aún no salen. Ya estamos alejados de la desembocadura, donde no es posible divisarlos. Así que volvemos a la boca del río y hacemos silencio. Aguardo curiosa, casi inmóvil, a ver si veo al menos uno.

Hay algo a lo lejos. Esta vez parece que tengo suerte. Miro con ahínco, pero es un palo caído del mangle. Nos confundió por unos minutos. ¿Cómo serán de cerca? Sigo curiosa y paciente. Hasta que por fin los mamíferos empezaron a aparecer. "Salen cada media hora", dice...

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