Guerra a Wanda Vázquez

Ala Fortaleza se llegaba normalmente con el mundo a cuestas. Llegaban hombres (hasta este año solo había llegado una mujer) que tenían años tejiendo laboriosamente el sueño.Era gente que, no pocas veces, al empezar había dejado el cuero labrando en tierra árida o pujando el desenlace con todos los músculos de sus cuerpos y de sus almas.Más de uno fue fabricación de cazadores de presupuestos públicos o cebados en los laboratorios de las agencias de publicidad, en las que también se le dibuja al país con qué puede soñar y con qué no. Ni uno llegó sin haber gastado millones que debía a los personajes que se dedican a esos menesteres de pagar campañas políticas para después, relamiéndose, cobrar con intereses.Todos llegaron habiéndole prometido al país calles empedradas en oro. Era eso, el deberle tanto a tantos, que hacía que un fulano o una fulana, al entrar a los cavernosos salones del llamado "Palacio de Santa Catalina", encontrarse de repente disminuidos en la magnitud y la fastuosidad de aquellos recintos que huelen a siglos, se sintieran abrumados por el peso sin fin de las expectativas.Hubo uno que dijo que pensó en pedir un recuento al encontrarse de frente, de la noche a la mañana, con el tamaño de la responsabilidad.Solo hay una excepción a esa regla: Wanda Vázquez Garced.No es descabellado pensar que, en realidad, ella nunca pensó en ser gobernadora. Unos días antes de que le tocara decía, sin que se le notaran dobles propósitos, que el puesto no le interesaba. Cuando juramentó, demasiados daban por sentado que solo ejercería mientras aparecía alguien de la política a hacerse cargo.Se dejó saber en aquellos días que Jenniffer González, comisionada residente, esperaba que Vázquez Garced se echara a un lado para ir ella a calentar la silla de la Fortaleza. Está en la memoria colectiva aquella demostración de fuerza del 8 de agosto, en que todo el liderato electo del Partido Nuevo Progresista (PNP), en formación, quiso hacerle ver que el puesto debía tocarle a uno de ellos.He ahí una de las más importantes diferencias entre todos los demás y Vázquez Garced, aparte de la obvia (no fue electa): nadie esperaba nada de ella. Para un niño del que se espera que saque A es un problema sacar B. En cambio, cuando del niño no se espera nada, todos se ponen contentos si llega a C. Ese es el caso de Vázquez Garced: contrario a todos los gobernadores, no había grandes ni pequeñas expectativas sobre ella.Por eso fue que con apenas algunos gestos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR