Hablaron mis viejas

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

Por ejemplo, es larga la tradición de políticos puertorriqueños que llevados por la emoción -o quizás de la demagogia- dicen tonterías sobre los puertorriqueños. Luis Muñoz Marín caracterizó al pueblo puertorriqueño como "bueno" y Sila María Calderón, mucho antes de ponerse el traje rosa de la boda, exaltó a nuestro pueblo al llamarlo "sabio".

Yo, particularmente, he tenido cierta debilidad por las puertorriqueñas viejas. En parte me crié con una, que me educó en el estoicismo campesino. En los años setenta se me fue dañando la imagen al enterarme de viejas con moño y batola que traqueteaban droga en caseríos cercanos. La "Doña Gabriela" de "La carreta" se me fue convirtiendo en otro ejemplo de sentimentalismo en la literatura puertorriqueña. Una de estas viejas puestas al día, la más notoria, distribuía pepas de anfetaminas entre los miembros de su pandilla, para así energizarles con ciclón los testículos. De la barriada al caserío un paso y un "pasesito" es.

Cuando en el residencial público José Celso Barbosa le quemaron el apartamiento a una de las testigos del caso Ángelo Millones, las viejas del caserío se desvivieron en elogios a favor del bichote: "Ése es el pai," dijo una. Otra nos aseguró: "Abusaron de él. Él es buena gente y lo adoro. Para mí fue un hijo y siento mucha tristeza de lo que está pasando". Otra añadió: "Eso pasó (la quema del apartamento) porque ella se lo buscó. Nadie la mandó". Y siguieron las jeremiadas: "Lo sentimos mucho por él y su hermano. Ahora mismo ni pudieron ver siquiera a su señora madre, a Meche, cuando murió. Esto es una gran injusticia". Todas son mujeres mayores, la caricatura de la madre consentidora o la abuela que nunca se enteró de los pasos del nieto en la calle hasta que lo mataron. Cuando una de ellas dice: "Para nosotras ha sido un golpe duro. Los verdaderos criminales están en la calle, era tremenda persona", la imagen de Ángelo Millones es la del "benefactor", el bichote que "reparte vida" y también la quita, o la daña, al son de fiestones con salsa y reguetón, a cambio del silencio. Los caseríos, las llamadas "comunidades especiales", ciertamente parecen secuestrados por la droga, cuyos dineros son capaces de acallar la conciencia de tanta gente buena y sabia.

Y es que en esto de las llamadas comunidades ya empieza a colarse la beatería sentimental de siempre. Si las "comunidades especiales" de Guaynabo City están tan en contra del alcalde O'Neill, y los...

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