Herencia

Manolo Núñez Negrón

Éstas no son las melodías de mi generación, amamantada al ritmo de Menudo y, sin embargo, la cadencia remota de esas notas musicales también está inscrita en el pentagrama de la memoria y nos pertenece, aunque lo ignoremos.

Algunos de los mejores versos de la lírica isleña deben buscarse en las velloneras y no en las bibliotecas. Allí reposa, en la penumbra asfixiante de las cantinas de pueblo, todo un saber, toda una sensibilidad, que es preciso rescatar, preservar, revitalizar. Y no se trata de vivir adosados a la nostalgia, encadenados a los rituales de un pasado idílico, sino de aprender a distinguir, en la medida de lo posible, la fisonomía cambiante del país a través de sus himnos, de sus trovas, de sus nanas.

Quizás el vertiginoso...

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