El Hermes boricua

POR SARA DEL VALLE HERNÁNDEZ

sdelvalle@elnuevodia.com

Sentado en uno de los banquitos de cemento que rodean la Plaza de Santurce, muy cerca de los llamados 'aguacates de Sila', recuerda risueño ese momento.

"Mi mamá logró comprarme una bicicletita y como esa era la fiebre....", dice justo antes de levantarse para tomarse unas fotos.

Con su pinta de surfer (camiseta, pantalones hasta las rodillas, tenis, gorra, pantallas y múltiples tatuajes), se paró de muy buena gana a realizar piruetas en su bicicleta. Las personas que esa calurosa tarde comenzaban a poblar las esquinas de la Placita, en su mayoría trabajadores que buscaban evitar el tapón y bajar el estrés, miraban asombrados al hombre delgado, pecoso y de labios gruesos que corría como un demente por la calle sobre su "vehículo".

Cuando retoma la conversación minutos después, pregunta tranquilamente dónde se había quedado la cosa. Se le recuerda que hablaba de sus primeros pasos como ciclista. Sonriente y cordial, como se mantuvo durante toda la conversación, continúa la narración.

"Yo me desarrollé más en el ciclismo cuando empecé a repartir periódicos, específicamente El Nuevo Día", apostilla mientras suelta una carcajada y espera por una reacción de los presentes.

"Tenía como 11 años y tenía una ruta de periódicos en Aguadilla. Mi cuñado me pasó la ruta. Eran 150 periódicos todas las mañanas. No era nada fácil, pero me daba pa' comprar ropita pa' surfear y tablas de surfing. El ciclismo siempre fue mi medio de transportación, siempre llegaba a la playa en la bicicleta...".

Esa rutina mañanera le sirvió de base para cuando llegó a Nueva York. "Mi mamá me envió con mi papá porque estaba un poco rebelde. No quería estudiar, sólo surfear. Usaba el surfing para escapar mentalmente de los problemas", recuerda sobre esa aciaga época.

Ya en la Ciudad de los Rascacielos, su papá, Alfredo Bobé, le recomendó que se empleara como mensajero en bicicleta. "Me dije: '¿Me van a pagar por correr bicicleta todo el día?'. Para mí fue lo más natural. Y así fue que empezó la historia", apunta Bobé, quien es un cuentista natural.

El ciclista de 37 años señala que al principio se tuvo que acoplar a Nueva York, "a tratar de no perder la vida. En la ciudad tienes dos opciones: o te pones al tiempo o te llevan a la tumba".

Bobé se refiere a que el trabajo de mensajero puede ser bastante peligroso en una ciudad tan caótica como la Gran Manzana.

Tras encontrar la profesión perfecta para él, era cuestión de...

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