Un héroe caído en desgracia

Por Jorge L. Pérez

jperez@elnuevodia.com

En la quinta entrada del partido en el que sus Gigantes de San Francisco recibieron a los Senadores de Washington en el ATyT Park la noche del 7 de agosto de 2007, el bate de Barry Bonds enderezó un lanzamiento de Mike Bacsik, provocando que la pelota en las gradas entre los jardines central y derecho, a 435 pies del plato.

El cuadrangular fue el 756 de su carrera, permitiendo que el corpulento bateador zurdo rebasara a Hank Aaron como el jonronero más prolífico de la historia del béisbol.

En el plato, Bonds, de 43 años de edad, elevó ambos brazos con los puños cerrados -"igual que un boxeador cuando logra una victoria", escribirían en una reseña- y entonces comenzó a dar su recorrido triunfal alrededor de las bases.

De pie, el público de 43,000 fanáticos lo aplaudía con delirio, convirtiéndose las gradas en todo un popurrí de fogonazos de luces, mientras que, en el plato, le aguardaba para abrazarlo su hijo Nikolai, de 17 años, antes de que Bonds quedara cubierto por la ola humana compuesta por todos sus compañeros.

Pero fue una celebración agridulce: aunque enviaron mensajes grabados, no estuvieron presentes el comisionado Bud Selig ni el propio Aaron, como para evitar que siquiera por aproximación Bonds los contagiara con el virus de su epidemia personal: porque, ya para entonces, hacía tiempo que Bonds no tan solo no era considerado el mejor pelotero de todos los tiempos, como lo justificaría el hecho de haber sido seleccionado siete veces como el Jugador Más Valioso -nadie más lo ha logrado más de tres veces-, sino, posiblemente, uno de los más odiados de todos los tiempos.

La razón es sencilla: los esteroides anabólicos.

SU físico cambió mucho

El expelotero puertorriqueño Cándido Maldonado, quien conoció bastante de cerca a Bonds, tiene su opinión al respecto.

"Bien es verdad que su físico cambió mucho, pero fue una época en que muchos jugadores usaron esteroides... y no muchos conectaron 700 jonrones", dijo Maldonado, quien, entre otras cosas, se desempeña como analista de ESPN.

"Nos hicimos buenos amigos allá para 1986, cuando yo estaba con los Gigantes y él comenzaba con los Piratas", recordó. Él era novio de la hija de Tito Puente, quien trabajaba como comentarista radial en los juegos de los Gigantes y también era quien nos cuidaba las nenas".

"Tenía una habilidad tremenda", continuó. "Su visión era de 20-30, cuando lo normal es 20-20, y jamás he visto una rapidez tal en coordinación de...

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