De fe y otras Historias

Por Carmen Graciela Díaz

Especial El Nuevo Día

Los templos son tanques de relatos porque entre música, oraciones y agradecimientos los dramas se filtran. El hombre solitario, la mujer que llora amargamente, el enfermo, la familia rota (la unida también) y los niños que observan entre fascinación, curiosidad y sorpresa. Uno se tapa los oídos momentáneamente, pero nadie se percata. Pequeña tregua porque rápidamente, pese a su corta edad, siguió atento al servicio.

Es domingo y en la Iglesia de Avivamiento Jesucristo Rey de Reyes en Guaynabo, las manos arriba son señal de los muchos clamores.

Dice un letrero que "si tienes que hablar, habla con Dios" y allí, entre las filas llenas de asientos, cada cual sostiene una conversación diferente para sus adentros.

Varios cuerpos se agitan por su fervor al compás del ritmo de la batería y el teclado. Lloran, respiran aliviados, se abrazan. Otros se consumen en la pena, el desasosiego y la soledad que repentinamente explota y se manifiesta en todo el cuerpo, como una muchacha que lucha contra lo que tiene adentro que la atormenta y necesita sacar.

"Rompe las cadenas, rompe", suena el coro y entre las sillas, la gente canta; unos de pie, otros arrodillados.

Ujieres de negro y una pastora la sujetan y le gritan al oído palabras de fe mientras ella, con los ojos cerrados, se mece con vehemencia.

"Tú puedes", le dice otra ujier a la feligrés. Vuela su collar de la rabia de su cuerpo y al cabo de los minutos llega la serenidad. Sonríe y las ujieres la abrazan. Una victoria que es de todas.

"Rompe las cadenas, rompe".

La pastora Mariselis Ayala predica desde el púlpito y recuerda que unos confinados llegarían al servicio en unos minutos. La capellana Noris Díaz, la Taína que era modelo y se convirtió hace siete años, entró con sigilo y se arrodilló a orar cerca del pastor Pedro Arroyo. Dos oficiales de Corrección entran como custodios de tres confinados que vienen de dos instituciones de Ponce, MDU y Fase III.

"Rompe las cadenas, rompe", reclama el cántico y los oficiales abren las esposas de los tres reclusos. Los pies continuarían encadenados, pero sus manos quedaron libres. Las cadenas, en efecto, se rompieron un momento.

"Dios les bendiga", saluda Noris al tomar el micrófono que resaltaba sus uñas pintadas de rosa, como su lápiz labial.

Cuenta que siempre quiso tener confinados en su programa Íntimo con Taína. Lo logró y una vez al mes, con el apoyo del Departamento de Corrección y Rehabilitación, los...

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