Un niño sin hogar estable

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Este largometraje se propone la difícil tarea de crear un drama emotivo que denuncie la homofobia, la adicción a las drogas, la criminalidad, el elitismo, entre los que desafían las convenciones y el abuso de menores.

En manos de un cineasta de mayor sensibilidad cinematográfica, el filme hubiera sido el tipo de drama memorable que sacude los sentimientos del espectador a la misma vez que despierta su conciencia. Sin embargo, como guionista y como director, Gustavo Loza carga su película de tantos panfletos sociales junto con una ineptitud para entrelazar las tramas que giran alrededor del conflicto central. Esto crea una experiencia cinematográfica carente de ritmo y sin ningún tipo de honestidad o veracidad emocional.

El núcleo de todo el melodrama que genera la cinta es un niño preadolescente llamado Hendrix, quien es abandonado por su madre drogadicta por varios días. Cuando es evidente que la madre no va a regresar, las vecinas de Hendrix les piden a sus mejores amigos, una pareja de homosexuales que acaban de formalizar su unión con una boda, que lo cuiden mientras la madre pasa por un proceso de rehabilitación en una institución del Estado.

Nunca queda claro porqué las vecinas no se quedan con el niño, pero la trama dicta que Hendrix forme una relación espectacular con "sus dos papás", mientras que el resto de la sociedad homofóbica cuestiona cuán saludable puede ser la influencia de estos dos hombres.

A pesar de ser extremadamente...

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