Homenaje

Manolo Núñez Negrón

Pero ahora, por desgracia, no puede acordarse de nada de esto y, aun así, al contemplarla en su silla de ruedas, todavía me parece verla con el delantal lleno de achiote, junto al caldero, escuchando el programa de Hilda Serrano por Radio Raíces.

La miro sonreír un poco perdida y pienso que, para haber llegado hasta aquí, esta mujer tuvo que sobrevivir parte de la década del treinta, que no es poca cosa.

Después le tocó abrirse paso en medio de la pobreza, vender ron caña en los cañaverales, lavar ropa en las quebradas y pasar mucha hambre.

Antes de terminar la adolescencia ya estaba, como tantos otros, buscándoselas en Nueva York, entre la calle Dos y la Cuatro, y de allí regresó a tiempo, con un crío en los brazos, para votar por Muñoz Marín en las elecciones del 56.

Luego, y de ahí en adelante, puso el pan en la mesa con esfuerzo, sin una queja, y vio...

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