En honor a una leyenda musical

Una leyenda. Un pionero. Una gloria de Puerto Rico. Un virtuoso de la trompeta y escuela para todos los demás trompetistas del país. De todas esas maneras y otras más, todas cálidamente elogiosas, fue descrito Miguelito Miranda, el veterano músico, compositor y director de orquesta fallecido el pasado viernes a los 96 años, a causa de una deficiencia respiratoria.

Natural de Manatí y estudioso de la trompeta desde los 13 años, Miranda era un vínculo viviente con una era dorada de nuestra música popular. Tocó con las principales orquestas de mediados del siglo pasado, dirigió la suya durante décadas, se presentó en los principales clubes y escenarios, acompañó a luminarias internacionales. Las cadencias de su música, interpretada por varios de los mejores instrumentistas y cantantes de la época, fueron la pista sonora de los sueños, romances y añoranzas de incontables parejas puertorriqueñas.

“Nos deja una obra bien grande”, sostuvo el trompetista Elías Lopés, quien formó parte de la orquesta de Miranda. “Fue un ejemplo para otros trompetistas y líderes”.

El también trompetista Humberto Ramírez manifestó que “era una leyenda, uno de los pioneros de las ‘big bands’ en Puerto Rico. Fue un sueño conocerlo”.

“Lo invité, como espectador, a mi concierto ‘Trompeta tropical’ en el Teatro Tapia, el 25 de junio de 2010, en el que participaron Luis ‘Perico’ Ortiz y Elías Lopés”, recordó Ramírez. “En esa ocasión, lo presenté con todos los honores que él se merecía y el público lo ovacionó de pie. Él estaba bien feliz”.

De acuerdo con Ramírez, Miranda se retiró en 1977, pues deseaba pasar más tiempo junto a sus hijos. Se había establecido en Tampa y también vivió un tiempo en Oklahoma, antes de retornar definitivamente a Puerto Rico hace unos años. Ramírez, “Perico” Ortiz y Lopés lo visitaban con cierta frecuencia; de hecho, la última vez fue el pasado domingo 9 de abril.

Por su parte, “Perico” Ortiz recordó con admiración y afecto la influencia que Miranda ejerció en su vida.

“Yo soy producto de semillas bien sembradas y germinadas”, expresó. “Tuve el privilegio de trabajar con su orquesta en la década del 1960, antes de irme a Estados Unidos. Fue de las experiencias de disciplina, protocolo y ética más intensas que he vivido en mi vida. Yo tendría 17 o 18 años cuando pasé a ser la primera trompeta de esa orquesta, él tuvo esa confianza en mí. Era una cosa maravillosa acompañar a los artistas que venían” a presentarse en el país.

“Siempre estaba bien...

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