Las horas

Angélica Plá

Está muy vieja. Camina despacio. A pesar de los cortes del paso del tiempo en su cara, su capacidad de sonrisa parece que permanece intacta. Me contó que fue maestra de escuela elemental. Ahora, viuda y con los hijos emigrados hacia Estados Unidos, gasta sus horas en el espacio público más cercano en donde ya la conocen.

Supe por el oficial de un banco que en el área donde la gente espera ser atendida hay unos cuantos viejos asimismo gastando las horas. No van a realizar ninguna transacción: sólo están.

Apuesto que el conocimiento adquirido por estos seres podría ser de mucha utilidad en este país. Más allá de permitirle caminar por los pasillos, ofrecerles charlas ocasionales y ejercicios, tienen algo que decir.

Mas, si muchos habilitados con bachilleratos, maestrías y hasta doctorados se atienen a salarios mínimos como dependientes de tiendas y cajeros en restaurantes de comida rápida, amén de ese otro quince o diecisiete por ciento de personas desempleadas con educación universitaria o técnica o sin...

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