'Hoy decido morir'

Por Abhi Samadhi

Especial/El Nuevo Día

Continuación del relato anterior, publicado el domingo 31 de octubre.

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Había atravesado en una terapia los primeros cuatro pasos para desengancharme de la codependencia. Como era necesario todo el apoyo posible, simultáneamente asistía a dos grupos de apoyo, a meditaciones en la playa y a un curso espiritual.

Me tocaba el quinto paso -llorar las pérdidas, arrancarlas de raíz, entrar en contacto con el coraje que nunca había expresado, atravesar la tristeza y llegar a la aceptación y al perdón-, etapas de duelo descubiertas por la siquiatra suiza Elizabeth Kübler-Ross.

Aunque era el último tema que debía trabajar en este paso, el autoperdón se discutió en todos los foros de apoyo en la misma semana, cada reunión dejándome más perpleja. Todas las señales proponían que lo empezara a trabajar ya.

 Me senté en el Parque del Indio en Condado con varias bombas de helio rosadas y verdes, los colores del chakra del corazón, desde donde quería perdonarme. Lo "imperdonable", que enumeré en seis páginas y trabajé en cada foro, cupo en dos globos en los que escribí: "Me perdono por.... Lo suelto, lo dejo ir y lleno el espacio vacío con amor y aceptación". La brisa elevó las culpas. Seguí los globos con la mirada hasta que desaparecieron. Me sentí más liviana.

Un turista español se acercó:

- ¿Le estás escribiendo a alguien allá arriba?

Adiviné su rostro de sicólogo y sonreí.Â

- ¿Te ha quitado peso? Me imagino que también estás enviando cosas buenas, ¿verdad?

 - Sí.

- ¡Qué bien! ¿Me puedo copiar tu ejercicio?

- No es mío, pero ¡claro que sí!

Se alejó muy contento. Me pareció maravillosa su interpretación del ejercicio: escribir cartas a los que se han ido.

Este ejercicio allanó el camino para trabajar el duelo:

Tardé en identificar, a través de la meditación, la coraza de autoprotección que había construido desde niña por haber crecido rodeada de sacudidas emocionales. La pared se había vuelto tan gruesa y obsoleta que dificultaba mantener relaciones saludables con los demás. En esa coraza estaban las adicciones, las máscaras que usaba para negar los sentimientos verdaderos. Y era el mayor obstáculo para sanar. Identifiqué que lidiaba con los zarandeos emocionales aguantándolos y pretendiendo que no habían ocurrido.

Un domingo asistí a un curso holístico. Acostada en el suelo y con las luces apagadas, comenzó a sonar una guitarra. Con las primeras notas, pude sentir la coraza; justo en el centro del pecho...

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