Iglesia y estado

HIRAM LOZADA

ABOGADO

Lo que prohíbe la Constitución es lo contrario: la interferencia del Gobierno en asuntos de fe y religión. Esto es lo que se conoce como la cláusula constitucional de separación de la iglesia y el estado. El estado no puede ayudar al establecimiento de ninguna religión, ni puede prohibir el libre ejercicio de cultos religiosos.

La prohibición no es de doble vía, es de una sola dirección. Los obispos y los sacerdotes católicos, los pastores y ministros protestantes, pueden decirle al Gobierno y a la Legislatura cómo gobernar y cómo legislar, pero los gobernantes no pueden interferir en asuntos religiosos, a menos, claro, que se afecte el bienestar general o se proponga la sinrazón o la locura. El sector religioso puede incluso buscar e imponer su poder político, erigir altares a la patria o expresar sus preferencias de estatus.

No fue fácil, para el mundo moderno, separar la iglesia del estado. Fue como separar siameses. Porque los reinos y los imperios se concebían como instrumentos de los designios celestiales. La Humanidad tuvo que sufrir y luchar mucho. Primero, contra faraones y reyes que proclamaban ser dioses. Luego, contra la religión oficial del estado y sus persecuciones sangrientas.

En el nombre de "Dios", se ha hecho mucho daño. Apelando a la Biblia, los conquistadores europeos...

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