Una iglesia lastimada

PEDRO REINA PÉREZ

HISTORIADOR

A Luis Rivera Pagán

Los llamados "príncipes de la iglesia" llegaron a El Vaticano para negociar rosario en mano, y deliberar en secreto hasta reemplazar a Joseph Ratzinger, una figura controversial y compleja cuya incumbencia dará mucho de qué hablar en años venideros. Ratzinger fue un académico sofisticado que pasó de la academia a los recintos en penumbra donde habita la curia romana, esa burocracia tan italiana que ha inspirado casi un género propio de novelas de intriga, y cuyo talento para el ocultamiento se reveló en la fuga involuntaria de documentos conocida como "Vatileaks" que tan mal parados dejó a más de un cardenal.

Se hizo famoso por su dirección implacable de la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo el papa Juan Pablo II, acaso el dicasterio más influyente de la curia romana, cargo desde el que juzgó, castigó y silenció a algunos de los más sobresalientes teólogos católicos del último cuarto del siglo XX. A un personaje no se le puede comprender sin el otro.

Los jóvenes sacerdotes Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger asistieron como teólogos al Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII en 1959 con el propósito de promover y renovar la fe católica, al tiempo que se actualizaba la iglesia a las demandas del mundo moderno. Fue un episodio trascendental donde se expresó un deseo de hacer sensible las prácticas cotidianas a las aspiraciones de una buena parte del rebaño católico. Para muchos fue un aliento de esperanza. Ambos hombres fueron testigos de ese momento, en toda su dimensión teológica e histórica.

Ese deseo, sin embargo, fue combatido desde el primer día por sectores ultratradicionalistas que sospechaban de todo cambio, y que se aferraban a una lectura primitiva de la cultura y de las Escrituras. Y ambos, convertidos con el tiempo en pontífices, se encargaron de ponerle sordina a esa esperanza hasta hacerla casi imperceptible, al menos desde el interior mismo de la iglesia. Una paradoja que nunca alcanzaré a comprender.

Juan...

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