Las iglesias y el debate público

LUIS N. RIVERA PAGÁN

PROFESOR EMÉRITO DE TEOLOGÍA ECUMÉNICA

El primer riesgo tiene que ver con la naturaleza dialógica, plural y consensual de las sociedades democráticas modernas. Ello requiere el intercambio, en ocasiones intensamente conflictivo, entre perspectivas y visiones políticas, éticas e ideológicas muy distintas. Ese diálogo-debate puede vulnerarse cuando una de las partes reclama representar incuestionablemente la inviolable voluntad divina. Tal atribución unilateral de sacralidad compulsoria en la legislación amenaza seriamente el clima de diálogo respetuoso que debe prevalecer en una sociedad democrática y plural.

El segundo riesgo tiene que ver con la pretensión de ciertas jerarquías eclesiásticas y algunos guardianes de la ortodoxia dogmática de silenciar las voces proféticas o disidentes al interior de las comunidades cristianas, como tantas veces ha acontecido en tiempos no muy lejanos. No se trata únicamente de que la sociedad moderna secular es irreversiblemente plural; las agrupaciones religiosas también lo son. Somos comunidades de diálogo, debate, cuestionamiento y crítica. Nadie tiene el derecho de arrogarse el monopolio de la representación exclusiva del pensamiento teológico. Por gracia divina, una rica y diversa polifonía impera en las comunidades cristianas, superando obstinadamente todo intento de imponer la uniformidad dogmática.

El tercer riesgo potencial que conlleva la actitud intolerante que a veces impera en algunos portavoces eclesiales es el grave perjuicio que causa a la dignidad...

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