A imagen y semejanza de la naturaleza

Por Lilliam Irizarry

lilliam.Irizarry@gfrmedia.com

Fue la pérdida de empleo de Roselyn lo que provocó que empezaran a cuestionarse no solo cuáles eran sus verdaderas necesidades básicas, sino también cómo el sistema los había atrapado en redes que se sentían como un confort, pero que en realidad los hundía en la dependencia.

"Me empecé a cuestionar: espérate, pero si la lluvia es gratis, yo puedo cosechar agua de lluvia. pero si el sol también es gratis, yo puedo producir mi propia energía. Pero cómo que no me puedo desconectar completamente (del sistema), pero por qué", sostiene la arquitecta en entrenamiento.

Como la pareja ya mostraba interés en prácticas de siembra, reciclaje, manejo de desperdicios y conservación de recursos, cuando escucharon por primera vez el concepto "permacultura" sintieron que -por fin- habían hallado una filosofía que daba cohesión a las diferentes prácticas de autosuficiencia y sustentabilidad que habían puesto en marcha de manera aislada.

"La permacultura pauta ciertas guías para que, sin importar donde vivas, puedas tener acceso a tus necesidades básicas", señala Diego sobre el sistema de diseño que cuida por igual a la tierra, a los seres humanos y a los recursos naturales, y que promueve que las personas se transformen de consumidores dependientes a productores responsables.

"La permacultura emula la naturaleza. la sabiduría que se observa en ella", añade Roselyn sobre el proceso de, por ejemplo, observar cómo soplan los vientos o por dónde entra el sol en un espacio, para entonces diseñar cómo construir o cómo atender de manera ecológica las necesidades básicas. Es, en otras palabras, el rediseño del mundo y las acciones humanas a imagen y semejanza de la naturaleza.

La permacultura, destacan, integra las técnicas ancestrales de nuestros abuelos a los adelantos tecnológicos, con el fin de desarrollar maneras más eficientes de satisfacer nuestras necesidades con el menor impacto posible al ambiente. "No es renunciar a las técnicas que existen hoy. Es caminar hacia el frente mirando hacia atrás".

Desde hace dos años, en el balcón de su apartamento en el piso 16 de un edificio en Guaynabo, la pareja convierte sus residuos de comida en composta, produce su propia tierra llena de nutrientes y siembra papaya, parcha, espinaca, orégano brujo, mostaza, albahaca, limoncillo, artemisa, verdolaga, ruda, yerba bruja y moringa. Y más importante aún, hace poco más de un año cofundaron la Cooperativa Ecológica de...

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