La imposición de la independencia

EMILIO GUEDE

CINEASTA

La independencia es, esencialmente, una aspiración muy digna de respeto, pero no puede imponerse a la voluntad abrumadoramente mayoritaria del pueblo, que ve en la común ciudadanía con Estados Unidos, ya sea dentro del ELA o de la estadidad, una forma diferente de libertad y progreso.

El independentismo, con todas sus virtudes, ha descendido en Puerto Rico a niveles de preferencia progresivamente negativos, aun a pesar de tener sus defensores un acceso amplio a todos los medios de difusión para expresar sus ideas.

Y al no poder convencer al electorado puertorriqueño a través de los cuantiosos recursos de información de que disponen, los independentistas acuden a las Naciones Unidas para responsabilizar a Estados Unidos de mantener un estatus que tildan de colonial, cuando el rechazo a la independencia surge de la libre determinación del pueblo puertorriqueño y no de la voluntad del gobierno americano. Y van a la ONU asociados a la dictadura del paredón, promotora del evento y objeto de sus más cálidos elogios, calificando a Cuba de república soberana cuando sólo dos de sus habitantes, Fidel y Raúl Castro, son los únicos ciudadanos realmente libres. Y deciden por los once millones restantes. Curiosa autoridad para...

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