El infierno en la calle

Por Ricardo Cortés Chico

rcortes@elnuevodia.com

Por el día, el abuso era más brutal. Cuando estaban solos el sujeto la agarraba por el pelo y ponía la cara en sus genitales. Con la otra mano se masturbaba. En una ocasión hasta intentó violarla "pero no pudo".

Aurora (nombre ficticio para proteger su identidad) no se atrevía decir lo que sucedía. El sujeto se mostraba como la mejor pareja y se sentía amenazada. Un día no soportó más la situación se armó de valor y le contó todo a su madre.

Pero la reacción que obtuvo de la madre, una empleada de un bar, no era la que esperaba: no le creyó, la botó de la casa a sus tiernos 11 años y así Aurora comenzó una tortuosa ruta que la llevó a vivir por décadas en la calle, a prostituirse y a la narcodependencia.

"Eso me costó la calle. Ella me dijo que no fuera embustera y me tiró afuera", recordó. Aurora, quien actualmente tiene 51 años y todavía lucha por rehabilitarse, indicó que de algún modo su madre creía que ella a los 11 años quería quitarle a su pareja.

No se fue muy lejos. Todas las personas que conocía y que la ayudaban estaban en el vecindario. Algunos días dormía en la covacha de una panadería frente a la casa de su madre. El dueño del negocio le daba de comer a cambio de que limpiara los baños o mapeara el piso. En ocasiones se bañaba o pernoctaba en la casa de sus primos, que vivían en un vecindario cercano.

Pero no pasó mucho para que se repitiera, pero con agravantes, la amarga experiencia que tuvo con su padrastro.

Ya para entonces ella comenzaba a experimentar con drogas y alcohol. Una noche, sus primos, cuyas edades fluctuaban entre 20 y 26 años, se aprovecharon de la situación y la violaron. Hicieron lo mismo ofreciéndola a otras personas y con el tiempo se convirtieron en proxenetas, en "chulos". Ella entretanto se adentraba en las drogas. Para entonces ni había cumplido 15 años. Llegó a vender su cuerpo hasta por una bolsita de drogas.

"Después que me violaron, me prostituían. Ellos hacían de chulos. Yo tenía que darles algo a ellos por conseguir la gente. Ni me velaban. Yo estaba sola cuando salía", dijo la mujer.

En la panadería entonces, en lugar de sándwiches, buscaba que le pagaran con una caneca por limpiar los pisos y el baño. "Estaba adicta. A veces pasaba días sin comer por la droga"...

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