Intensa vida cultural

Por Rafael Vega Curry

Esa imagen de una isla indolente y libertina, según pude comprobar, no está del todo alejada de la realidad. No resulta extraño, por ejemplo, llegar a un restaurante y observar en la mesa contigua a un miembro de alguna casa real europea, armando el festín acompañado por todos sus hijos. Pachá, la discoteca que se ha vuelto casi un sinónimo de la vida despreocupada de esta isla mediterránea, congrega rutinariamente a miles de amantes de la noche. El hermoso puerto, junto al barrio de La Marina, rebosa de lanchas de todo tipo y diseño. La gente se lo pasa muy bien aquí; eso es evidente.

Pero hay tres salvedades fundamentales que establecer, que distinguen lo obvio de lo particular. Primero, el buen vivir en Ibiza no se da de manera ostentosa. En los lugares que visitó nuestro grupo de periodistas -barrios, ciudades, casas, tiendas, restaurantes, hoteles, discoteca- nunca vimos lujos ni ornamentaciones excesivas. Lo que sí hay, en cambio, es buen gusto, calidad y ese encanto del Viejo Mundo, que sabe que lo que tiene para ofrecer es bueno y por ende, no tiene por qué presumir de ello. Es una estética sencilla pero elegante la que en términos generales define a este destino.

Segundo, mas no menos importante, Ibiza es mucho más que un eterno party. Tal vez muchos no lo sepan, pero cuenta con una vida cultural intensa, rubricada por su propia Orquesta Sinfónica, su propio festival de jazz, la reciente apertura de Es Polvorí -una galería de arte situada en un antiguo baluarte militar, junto a la bahía-, la reinauguración del Museo de Arte Contemporáneo y numerosas actividades que se realizan a lo largo de todo el año. Su respeto a la historia y la tradición le ganó en 1999 el reconocimiento de Ciudad Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco, hecho que los habitantes de la Dalt Vila ("la villa alta", literalmente, o el casco antiguo) celebran la segunda semana de mayo vistiéndose al estilo medieval y reviviendo las costumbres de dicha época, en un marco de programación festiva y cultural.

Y tercero, aquí se respira paz -algo que podría sorprender a muchos que, como yo, veían a Ibiza bajo el exclusivo estereotipo de la jarana. Aún en los meses en los que la población se triplica, con la llegada de miles de turistas que desean aprovechar el verano, siguen habiendo numerosos lugares tranquilos, como las calas -algunas de las cuales prácticamente son playas privadas desde las cuales admirar el azul turquesa de las aguas...

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