Interiores

Miguel Rodríguez Casellas

La facilidad con la que mentir se ha vuelto norma social obliga a presuponer inconsistencias entre lo que se dice y lo que se hace, lo que pasó y lo que dice recordarse, lo que la cara expresa versus lo que encierra el corazón.

Ganar acceso al interior -del gobierno, del mundo de las finanzas, de una célula terrorista- conjura la esperanza de resolver cualquier misterio con el simple acto de conquistar un punto de vista privilegiado.

Así irrumpo en los interiores de la afluencia isleña, ésa que cuenta con amplios recursos para configurar su ámbito doméstico a gusto y voluntad. En estas geografías de acceso controlado hablan las voluntades más de lo que sus propietarios quisieran, llegando a registrarse el auto-desprecio, rasgo fundamental de la conciencia nacional, oculto tras la imponente fachada de orgullos patrios.

Observo en estos interiores de encargo una extendida tendencia a huir del lugar a través de las superficies intervenidas por el afán decorador. Así es como se cuelan trópicos de todo tipo -malasios, mejicanos, brasileros, hawaianos-, todos menos el propio.

Lo que antes fuera...

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