Irse

Yara Liceaga

A mis hermanos emigrados.

El primer mundo organizado y generoso, democrático y bien intencionado que poblaba mi mente fue deshaciéndose a pedazos en lodazales y callejuelas, lugares habitados por la desgracia, el rechazo y la indiferencia a la que se enfrenta esa multitud sin derecho al voto en el país que habitan, espacio que en realidad construyen, visten, sirven. Para los nativos, siempre mano de obra barata.

"Mudanzas. Una crónica sobre la inmigración" no iba a dejarme en paz hasta que a dentelladas de párpados, con ese desespero propio de los hambrientos, lo devorara. En el desarraigo de los marroquíes de las primeras páginas iba trenzada mi idea de la distancia con la añoranza maltrecha y la necesidad de salir del país de origen, cuando se sale por razones económicas.

Los pensamientos formando un puño dirigido raudo hacia mi psiquis, recordé los meses en que era inminente irse de este archipiélago demasiado pequeño para ofrecernos una vida familiar digna (es decir, trabajo bien pagado y calidad de vida)...

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