La isla En Una Calle

Por Ana Teresa Toro.ana.toro@elnuevodia.com

FOTOS POR Xavier Aráujo

Un piano en la calle, un asopao de bacalao del cual todos los vecinos podían comer siempre y cuando llevaran su plato, Lucecita Benítez cantando en una pequeña tarima callejera poco antes del Colegio de Párvulos, cabezudos más famosos y esperados que Mickey Mouse y niños desfilando tras el corte de cinta con una flor de campano en la mano porque la monja que se las entregaba las encontraba muy bonitas y no tenía idea de qué cosas extrañas salían de esa planta. En fin, que en esos inicios quedaba inocencia.

Hoy día las Fiestas de la Calle San Sebastián se han asumido como el auténtico carnaval boricua, ese último gran paréntesis que toda sociedad necesita antes de entregarse al rigor y a la estructura del año. Pero un carnaval es una cosa masiva, no un festejo vecinal en una calle sanjuanera. Son tan distintos como la plena y la batucada que se encuentran cotidianamente en dicho espacio. Incluso, ha mutado tanto el festejo que hasta ha surgido un nuevo nombre y hay para quienes hablamos de la SanSe que, al parecer, es algo muy distinto a las Fiestas de la Calle San Sebastián.

En la SanSe se habla de desalojos por parte de la policía, se documenta un promedio de 200 casos anuales de emergencias -casi todos vinculados a intoxicaciones en jóvenes a causa del consumo excesivo de alcohol- en la SanSe hay vuvuzelas y extraños sombreros de joker, en la SanSe no se habla mucho del padre Juan Manuel Madrazo que el 1954 gestó las fiestas en honor al santo que da nombre a la calle, para restaurarla y recaudar fondos para la parroquia. Son como dos fiestas distintas que, a veces, ocurren de manera simultánea.

Como es natural, no siempre fue así. Cuando en el 1970 un esfuerzo vecinal surgió -que más tarde vendría a liderar Doña Rafaela Balladares (1914-2011) por petición de don Ricardo Alegría (1921-2011)- no más de 30 personas estaban allí para el desfile inicial de cabezudos y el corte de cinta. Y así fue por varios años. Los vecinos, creyentes o no, se apropiaban de la calle y celebraban al santo que se negó a renunciar a su fe y por tanto fue convertido en mártir. Lo celebraban allí en la calle viejosanjuanera que lleva su nombre y en la que se ve en las tarjas representado como el hombre amarrado a un árbol y asesinado a flechazos.

De esos primeros años, muchos de los residentes que por décadas han vivido en el Viejo San Juan, recuerdan los fines de fiesta que en el 1980, 81 y 82 la artista y sanjuanera Roxana Riera organizaba frente a su casa. Sacaba el piano, cocinaba y la casa -como...

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