La Isla de Las reinas

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

Dejémonos de cosas, aquí todo el mundo sabe ondear la mano con los dedos apretados en perfecto ritmo de mano codo, mano codo.

Puede que a algunos les parezca la trivialidad más grande, otros pensarán que no hay entretenimiento mayor y habrá incluso quienes se vivan cada certamen con mayor interés y seriedad que si se tratase de la elección general. Como siempre, están los indiferentes, aunque la verdad, lograr mantenerse al márgen es bastante difícil, sobre todo cuando las reinas de belleza antes, durante y después de sus reinados son fuente inagotable de historias que la prensa de todo tipo se regodea en documentar.

Para muestra basta pensar en la portada que este diario dedicó a nuestra primera Miss Universo, Marisol Malaret en el 1970. Desde entonces, el triunfo de una reina boricua en un certamen internacional es portada obligada en los diarios del país, noticia principal en la radio y la televisión y tema protagónico en las redes sociales.

Un concurso es un evento. Son muchas las familias y grupos de amistades que se reúnen a ver el certamen de turno, armados de bolígrafos y libretas para ir anotando sus puntuaciones, jugando a ser jueces, profetizando el desenlace. Se discute con precisión científica la calidad de la tafeta o la lentejuela, el ángulo de la caída de alguna en las ingratas escaleras de los escenarios, se busca con insistencia el asomo de celulitis, se adivina quién tiene siliconas nuevas y narices operadas, se analizan las respuestas a las preguntas, (si son malas automáticamente serán un fenómeno web) se celebra el triunfo o se critica con los argumentos más fieros. Al otro día comienza la fase de aceptación, la mayoría empieza a quererla, se olvida el pueblo de procedencia y se acepta como la nueva Miss Puerto Rico. Más adelante, el Miss Mundo o el Miss Universo se vivirán como un rito semejante, solo que con el sabor exótico de comentar sobre candidatas internacionales con trajes típicos llenos de plumas y alambres inimaginables. El año siguiente comenzará el rito otra vez.

Otra señal de la presencia de los certámenes en nuestra cultura es la existencia de un amplio y especializado circuito económico alrededor de estos eventos que, además, cuentan con sus especialistas, los famosos misiólogos que dedican largas horas de sus días a especializarse y a conocer cada detalle sobre lo que llaman "la historia de la belleza en Puerto Rico". Hay promotores de reinas, estilistas...

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