Jornada agotadora para la primera familia

Por Ricardo Cortés Chico

rcortes@elnuevodia.com

Un grupo de panderos comenzaba a avivar al público. "Voy subiendo, voy bajando", cantaban mientras a lo lejos, por la calle Fortaleza, se acercaba el tumulto que acompañaba al gobernador Alejandro García Padilla.

En la intersección de las calles Cristo y Fortaleza esperaban sus hijos, Ana Patricia, Juan Pablo y Diego Alejandro, de 10, 8 y 5 años, respectivamente. Habían tenido un receso de la cargada agenda en el Palacio de Santa Catalina.

Poco a poco, Diego Alejandro se abrió camino hasta los brazos de su padre y recostó su cabeza en su hombro. Se veía ya un tanto cansado.

La primera familia no sabía si pernoctaría desde anoche en la mansión ejecutiva. "Tengo que verificar la casa", dijo Wilma Pastrana, mientras saludaba, junto a su esposo, a quienes los felicitaban a su llegada a La Fortaleza.

García Padilla saludaba y bailaba al son de distintos ritmos con el rostro un tanto quemado por el sol. Algunas personas se fotografiaban con el gobernador. Otras le robaban un beso.

Avanzaba según se movía su séquito. La administradora de La Fortaleza lo esperaba en los portones, que casi no se podían abrir. Eran muchos los seguidores y poco el espacio. Otro cañonazo anunció oficialmente la entrada del nuevo inquilino de la mansión.

Las monjas del Convento de las Siervas de María lo esperaban al otro lado del palacio. Una de las tradiciones entre los gobernantes es recibir un rosario como regalo de las vecinas del Palacio de Santa Catalina. Las monjas no entraron a La Fortaleza, ante la separación entre la Iglesia y el...

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