¡Son los jóvenes!

ANA LYDIA VEGA

ESCRITORA

No se equivoca el actor de la mirada líquida inmortalizada en "Doctor Zhivago", aquel inolvidable melodrama épico que protagonizó con Julie Christie. La juventud anda alzada, y no sólo en la patria de Sharif. En Europa, en Asia, en África, toman las avenidas, llenan las plazas, se enfrentan a gobiernos, policías y ejércitos. Las múltiples causas de su descontento convergen en la firmeza de un reclamo universal de acción.

En Inglaterra, Holanda e Italia, los jóvenes defienden el acceso a una educación universitaria. En Rusia, reivindican la libertad de reunión y asociación. En Egipto, Siria, Yemen y Jordania, desafían el continuismo autoritario. En Túnez, tras una semana de manifestaciones combativas, se apuntan una victoria relámpago: la expulsión del tirano Ben Alí.

La demanda es la misma en todas partes: justicia, respeto, participación. Evito la palabra "democracia", tan manipulada y desgastada, tan saqueada de sentido y de valor. El ejercicio del voto y la palabra es privilegio exclusivo de las clases comientes. Para el resto de la humanidad, el clamor de las tripas vacías es la única libertad de expresión.

Hacía más de cuatro décadas que no se producía un estallido juvenil colectivo de esa magnitud. Como en los años sesenta del siglo pasado, cuando se escenificaban movidas estudiantiles tumultuosas en Francia, Estados Unidos y América Latina, el corrientazo internacional de rebeldía también ha electrizado a la juventud puertorriqueña.

Por lo general, los jóvenes expresan su malestar en el plano individual. Estrenando el mundo desde el precario umbral que separa la adolescencia de la adultez, aún no se resignan a recitar el viejo catecismo de la conformidad. Jerga, gustos, imagen y actitudes reflejan la voluntad de distanciarse de los modelos tradicionales.

Más allá de esa tendencia natural al desapego, una serie de males crónicos convierte la incomodidad personal en movimiento social. La miseria, la desigualdad, las carencias educativas y la escasez de empleo bloquean las alternativas de progreso. La ley del abuso prevalece dondequiera: en la calle, en la escuela, en el hogar.

De ahí, la seducción del narcoparaíso. De ahí, la delincuencia que tuerce destinos. De ahí, la marejada migratoria que arrastra mar afuera el talento y la energía. Cuando a ese cuadro desolador se añaden...

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