JUANA Y EL CUERPO ENCENDIDO

Por Ana Teresa Toro.ana.toro@elnuevodia.com

fotos por CARLOS GIUSTI

La primera vez que la vi estaba segura de que era la encarnación de una de esas pequeñas bailarinas que viven en los cofres de las niñas. Su piel blanca, blanquísima, y sus cachetes siempre rosados confirmaban la impresión. Pero cuando habla con su voz ronca y severa, la muñeca que tienes en la cabeza salta del cofre y baila con tanta fuerza que suelta chispas.

La imaginación vuela en casos como este porque no todos los días se conoce a alguien cuyo nombre de pila evoque guerra y drama, fuerza y juventud. Se llama Jeanne d'Arc Casas y es bailarina.

Explicar el nombre que su madre francesa y su padre boricua escogieron para ella fue por muchos años un gran dilema. "En la escuela me decían Yandel, Yandal", recuerda. Cuando llegó a la Iupi (recinto riopedrense de la Universidad de Puerto Rico) quedó todo resuelto y se quedó Juana. "Llamarse Jeanne d'Arc es muy fuerte, es como llamarse Luis XIV", dice entre risas y con absoluta conciencia de que desde su nombre se advierten los contrastes que la conforman.

Ha comenzado a darse a conocer dentro de los circuitos de la danza del país, tanto en presentaciones independientes como en su carácter de profesora. Es dueña del divino tesoro de la juventud (27 años), sin embargo frunce el ceño y se le escucha hablar y las señales de la experiencia son evidentes. Empezó a entrenar su cuerpo a los tres años, así que, de algún modo, ya es toda una veterana.

Es natural de Barranquitas y desde muy pequeña se mudó al área metropolitana. Allí comenzó a estudiar ballet con una maestra que vivía cerca de su casa en Trujillo Alto, Milagros Vicente.

"Mi abuelo fue el que me introdujo; él me llevaba siempre, a veces hasta obligada", recuerda sobre ese hombre que hoy ya no está y que junto a su abuela, se encargó de la parte central de su crianza. Creció a la sombra de don Guillermo Casas y Guillermina Benabe. Cosa curiosa, los nombres y sus lecturas en esta familia.

"Ellos siempre fueron muy estrictos conmigo. Yo siempre estaba haciendo veinte cosas, bien ocupada. Tenía que cumplir con la escuela y bailar por el lado. También tocaba piano, intenté la guitarra, pero siempre me incliné hacia la danza", cuenta Juana frente a una taza de café negro que ha sazonado con una pizca de azúcar morena. Ya ha soltado la timidez que dominó la primera sesión de fotos.

No la imagina una tímida cuando zapatea con fuerza y mueve sus brazos en los círculos veloces del...

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