Juana y todas sus flores

Por Laura N. Pérez Sánchez

laura.perez@elnuevodia.com

Pisa ligero sobre la arena que juega a acera, y la confianza con la que se desliza entre el reguero de mesas, sillas, entradas y salidas revela los 19 años que lleva pateándose los entresijos de Piñones.

"A los 23 días de llegar" a Puerto Rico, precisa Marte sobre el momento justo en que dejó su pasado como conserje de escuela en San Francisco de Macorís y se convirtió en vendedora de flores.

Una especie de abanico festivo adorna sus manos, donde se alternan rosas rojas para los amantes con peluches de perros de todos los colores, a saber para quién.

Aunque esa duda parece disiparse cuando una niña rubia y descalza, de unos 5 años, le sale al paso entre un fogón y otro y extiende los brazos deseando tocar las mascotas de guata.

Marte la saluda con toda la gracia de una madre de tres hijos, aunque ellos hace mucho que dejaron de ser niños.

A los 61 años, Marte mantiene el mismo empeño que cuando, con solo 6, acompañaba al campo a su padre agricultor.

"Él hacía el hoyo y yo sembraba la yuquita", relata en un intento de explicar por qué disfruta mientras anda por los senderos de esta frontera entre Carolina y Loíza, sin importar el peso de la mercancía, el calor, la lluvia y las picadas de los mosquitos. "Me gusta por el ejercicio que uno hace".

"Hay días en que no se vende, pero en general puedo hacer de 40 a 60 pesos... Con esto me...

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