Juicio al No

ANA LIDYA VEGA

ESCRITORA

Permítanme insistir en el término: interrogatorio. No hubo intercambio directo de ideas. Entrevistados separadamente, los candidatos reaccionaban a planteamientos de los periodistas, de la audiencia o del ciberespacio. En ningún momento pudieron dialogar entre ellos.

Algunos espectadores echarían de menos el zafio pico a pico y los espolazos traicioneros de nuestra gallera política. Y es obvio que las opiniones no sujetas a la crítica pierden concreción y contundencia.

Pero no hay mal que por bien no venga. La paciencia nacional está en déficit y sospecho que, para muchos, fue un alivio el poder ahorrarse, por una bienaventurada vez, las irritantes garatas tribales que suelen animar ese tipo de polémica.

El número de participantes debe haber sido un factor de peso a la hora de descartar la posibilidad del debate. Seis no es igual que tres. Si cada cual hubiese hecho una sesuda exposición de su postura seguida de cinco vueltas de refutación y cinco más de riposta, no hubiese quedado un solo televidente despierto que no sucumbiera a la tentación del cambio de canal. Y el sacrosanto "rating", dicho sea de paso, hubiera sufrido un bajón abismal.

El formato escogido proponía, al inicio de cada turno, un mecanismo inspirado en los teleconcursos y los videojuegos. Un tablero con botones de la suerte ofrecía a cada candidato la oportunidad de seleccionar un número que activaba imágenes de algún crimen reciente. Acto seguido, el entrevistado debía responder a una pregunta formulada por un familiar de la víctima aludida.

El Centro de Bellas Artes de Guaynabo se fue poblando así de fantasmas. La comparecencia simbólica de los muertos fue el recordatorio sobrecogedor del holocausto civil que ha enlutado la vida de tantos puertorriqueños. La fuerza muda de los difuntos y la denuncia ardiente de sus familiares componían juntas una acusación implacable. Como un coro de tragedia, los dolientes, en su mayoría padres de jóvenes asesinados, repetían la misma pregunta angustiosa: ¿qué haría usted, qué pensaría usted, si se tratara de su hijo?

Si bien ese careo resultó sumamente efectivo desde el punto de vista mediático, terminó convirtiendo el interrogatorio en un juicio contra los partidarios del "no". Tan poderoso era el impacto emocional del reclamo de los padres devastados por el sufrimiento que desestabilizó, contuvo y hasta intimidó a quienes tenían a su...

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