La justicia que vino del hielo

SERGIO RAMÍREZ

ESCRITOR

"No podemos vivir a base de promesas que se repiten una y otra vez", dice Jean Claude-Juncker, hablando en nombre de los países de la Unión Europea, que demanda más acciones concretas, más recortes presupuestarios, más reducciones de salarios y pensiones, más desempleo, pues de lo contrario las llaves de la cañería se mantendrán cerradas y los 130,000 millones de euros comprometidos para salvar a Grecia de la quiebra, no fluirán. La quiebra, que significaría el exilio político y económico, fuera de la zona del euro, fuera de las salvaguardas de la banca mundial, todas las ventanillas del crédito clausuradas, un país apestado, bajo cuarentena, que tendría que inventar de nuevo su moneda.

Pero frente a la historia de una catástrofe hay siempre otra historia salvadora. Basta trasladarse de las aguas cálidas del mar Egeo a las aguas congeladas del mar de Groenlandia para encontrarse con el ejemplo aleccionador de Islandia. Mito o realidad, muchos invocan la experiencia de la pequeña isla de hielos eternos, un país donde los banqueros enriquecidos a base del fraude y la especulación, y causantes de la crisis que ha sacudido al país, sí pagan por sus culpas en la cárcel, y sí han huido al extranjero con sus valijas colmadas de dólares y euros, son diligentemente extraditados.

Hasta hace poco, Grecia e Islandia eran paraísos, cada uno en su propia dimensión. Hay campesinos en Alemania o en Bélgica que reciben un cheque mensual del estado para que no cultiven alimentos y se dediquen a cuidar el paisaje que se extiende por los prados que atraviesan los trenes de alta velocidad y las autopistas; hace algunas décadas, cuando Grecia era un socio feliz de la comunidad europea, los agricultores cosechaban miles de toneladas de tomates que luego debían enterrar en zanjas abiertas con excavadoras, para que los precios no se desplomaran. Recibían un subsidio, pero se llenaban de frustración al ver cómo el fruto de su labor volvía de semejante manera a la tierra. Islandia tiene poco más de 100,000 kilómetros cuadrados, y una población un poco mayor de 300,000 habitantes. Hasta antes de la crisis que se desencadenó a finales de 2008, el ingreso per cápita era cerca de $ 56,000, séptimo en la lista de los primeros diez países más ricos del mundo; ahora ese ingreso se ha desplomado a $ 38,000.

Lo que cuenta la historia aleccionadora es que en 2008 Islandia se declaró en bancarrota. Sobrevino una inflación galopante, la devaluación de la...

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