EL OTRO JUSTIN

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

Tiene uno de esos rostros que fácilmente podría formar parte de cualquier retrato familiar en una familia puertorriqueña. Aquí es uno más hasta que confiesa con la naturalidad de quien ha superado dilemas de identidad que no habla español. Es coqueto pero no se sabe si a propósito y aunque es consciente del ababullante reconocimiento -tanto del público como de la crítica- que le ha valido su primera novela We the Animals (2011) no parece dejarse intimidar por lo que implica su recién adquirido estatus de joven celebridad en el mundo de la literatura en los Estados Unidos.

Porque la literatura, a pesar del halo serio y académico que a veces le rodea, también tiene sus encuentros con los códigos del mundo del espectáculo. Hay escritores con existencia de rock stars y hay también quienes desarrollan una persona pública que a veces crece más allá de su obra. Como es natural, también están las jóvenes promesas que no se han ido ni a un extremo ni al otro pero cuyo trabajo ha llamado la atención lo suficiente como para despertar un interés en la crítica y el público. Y si se trata de una obra íntima y personal, la atención no sólo se vuelca al trabajo sino a la persona. Tal es el caso del escritor estadounidense de padre puertorriqueño y madre italiana Justin Torres.

Y es que en tiempos en los que pronunciar el nombre Justin remite de inmediato a ese chico Bieber que ha de ostentar el récord de mayor número de adolescentes enloquecidas por segundo, en la literatura hay otro Justin cuya fanaticada crece tanto en torno a su obra como al interés que despierta la idea de una nueva voz que se abre un espacio. Los principales y más respetados medios estadounidenses han elogiado a gran escala su obra y por el otro lado una revista como Salon lo ha colocado en la lista de los hombres más sexy del 2011 con una nota en la que sobre todo destacaron el ingenio que deriva de su obra.

Recientemente visitó el País por segunda vez en su vida como invitado del Festival de la Palabra y aunque al leer su obra se percibe la inquietud de una necesidad de formar parte de algún lugar, en Puerto Rico, Torres andaba como pez en el agua. Contaba en las redes sociales que había ido a la playa y que nada más llegar a la Isla ya había comido arroz con gandules y había bailado. No es del todo boricua pero algo hay que le evoca familiaridad cuando está aquí en San Juan.

"Definitivamente puedo verme como un puertorrican american, como...

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