Juvenil

Rafael Acevedo

Todavía uno se siente joven cuando corre aunque le duelan los tobillos y se lanza al terreno, de cabeza, a buscar una pelota sin importar que ese paso de ballet deportivo te dolerá más que un amor no correspondido.

Que la última la pague el diablo. Igual que cuando el doctor te dice que dejes el café o la cerveza. Tu cabeza rejuvenece y te preguntas: ¿pero qué se creen estos carceleros del cuerpo?

Creo que habría que ir más lejos en esto. Puede que ya las coyunturas sean un recordatorio de que el mundo es cruel y, aún así, ser un chamaquito. Quizás la mayoría de la gente no lo piense de esta manera, pero creo que la vejez comienza a castigarnos cuando comenzamos a obedecer ciegamente. Cuando dejamos de preguntar. Cuando perdemos la capacidad de asombrarnos como niños.

En ocasiones me parece que la realidad sólo existe para que podamos hacer interpretaciones sobre ella. A lo mejor está ahí, como una aparición, para que soñemos con transformarla. Transformación a partir del trabajo, con lo que hacemos...

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