Kodak

Manolo Núñez Negrón

Ahí siguen estando esos dos chamacos acusados de dar muerte a un joven de dieciocho años: los rostros severos y desafiantes, las miradas fijas en un punto indefinido. Llegado el momento, tal parece, no quisieron dar muestras de recato y por eso, al divisar el tropel de periodistas que les acechaba, ambos extendieron las manos esposadas para dejar clara su opinión: éste es.

Dada la arrogancia del gesto, que está lejos de mover a la compasión o de generar empatía, se hace difícil entender que los retratos en cuestión traen también consigo una carga ideológica, una perspectiva y que, a su manera, activan en el observador una retahíla de prejuicios ancestrales, de sórdidos maniqueísmos.

Tan agresiva es la respuesta de los arrestados, detenidos para siempre en el tiempo con el dedo del corazón levantado, como la campaña mediática que está auspiciando el partido de gobierno y que reproduce, conscientemente y con fines propagandísticos, una soterrada cadena de violencia simbólica.

Lo que se quiere, en el fondo, es revolver...

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