“La paciencia tiene un límite”

El gobierno dice que hay gasolina, pero el desespero de la gente en la calle es evidente.

El conflicto con la gasolina es solo la punta de un iceberg que el gobierno intenta contener con toda su fuerza, lo cual luce que no ha sido del todo exitoso dada la magnitud de la emergencia. La posición oficial es pedir calma y paciencia, una ruta que las calles boricuas no asimilan con facilidad a pesar de la crisis sin precedentes provocada por el paso del huracán María.

El toque de queda es otro de los ejemplos. El Nuevo Día dio vueltas por San Juan, Bayamón y Caguas –pues los periodistas tienen autorización de movimiento– a horas en que se supone que no haya nadie en la calle, pero los vehículos se contaban por centenares, sobre todo en las gasolineras, sin que la policía hiciera nada particular por intervenir.

El gobierno asegura que se ha arrestado a decenas de personas en diversas circunstancias por violar el toque de queda que opera entre las 7:00 p.m. y las 5:00 a.m., una cifra que contrasta considerablemente con la cantidad de gente que hay en la calle, y en algunas barras ocultas, a esas horas.

Pero el descontento de la población no se limita a temas de gasolina, movilidad o consumo de alcohol. Debajo de la imagen de normalidad dentro de la desgracia que el gobierno intenta proyectar, subyacen preocupaciones de aspectos simples de la vida cotidiana que han sido alterados considerablemente y para los cuales los ciudadanos aseguran que no están preparados.

Los pocos supermercados o farmacias que han abierto están atestados. Se hacen filas para entrar en grupos pequeños y muchos quedan pillados a la hora del toque de queda, cuando los negocios cierran las puertas. Así se ha complicado la adquisición de alimentos, agua o medicinas.

El efectivo también se acaba. Los pocos bancos que abrieron no daban abasto para una población que vive amarrada a los sistemas ATH, los cuales no funcionan por la falta de conexión de datos, otro aspecto de la emergencia que ha tomado por sorpresa y tiene irritada a la población.

“Es increíble que aquí no haya conexión de nada, que todo se cayó. Alguien debe pagar por esto, porque es nuestra seguridad, la de nuestras familias. Aquí los criminales saben que uno no puede ni llamar a la policía”, dijo Danilo Rodríguez, residente de Santurce.

El sentir de inseguridad también crece. Las autoridades aceptaron que los saqueos aumentaron y que se han arrestado más de 30 personas por delitos relacionados, por lo que la...

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