Lejos de ser la de nuestros tiempos

Por Luis Hernández Mergal

Especial El Nuevo Día

Lulú (1937) --ópera de Alban Berg que explora las extravagancias eróticas del personaje principal, con un lenguaje musical dodecafónico-- es una ópera de y para su tiempo.

María de Buenos Aires (1968) --ópera-tango de Astor Piazzolla, sobre la vida de una prostituta porteña-- es una ópera de y para su tiempo.

Einstein on the Beach (1976) --ópera abstracta de Philip Glass, desprovista de trama, con música en el entonces innovador estilo minimalista-- es una ópera de y para su tiempo.

Anna Nicole (2010) --brillante ópera satírica de Mark-Anthony Turnage, basada en la vida de una joven playmate que se casó con un multimillonario tejano de 89 años-- es una ópera de y para su tiempo.

Una ópera cuya trama se basa en una idea muy representativa de la actualidad puertorriqueña -- la lucha entre gangas rivales por el control de un "punto" de drogas--, pero cuyo libreto consiste en una mezcolanza de personajes caricaturizados, situaciones absurdamente clichés y una poesía rimada que suena a un Bécquer trasnochado; más una música con algunas buenas ideas, pero tan pobremente desarrolladas que resulta incoherente; una ópera escenificada en torno a una barra en un barrio puertorriqueño pobre, donde la gente habla un lenguaje tan altisonante como risiblemente cursi y, para colmo, con un anacrónico final moralista religioso, difícilmente puede considerarse una "ópera puertorriqueña para nuestros tiempos".

Nos referimos a La mina de oro, ópera en tres actos con música del compositor Carlos Vázquez y libreto de José Luis Ramos Escobar, que cerró el Festival Interamericano de la Artes el pasado viernes (con otra función el sábado) en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

Ni las privilegiadas voces de...

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