La crónica de sus letras

Por Tatiana Pérez Rivera

tperez@elnuevodia.com

"En esta casa yo me crié. Es en Aguas Buenas. Esto fue en el 1956. Lo sé porque antes pasó el huracán Santa Clara y se llevó todo el zinc del techo. Ese techo es nuevo", relata el autor Edgardo Rodríguez Juliá.

Muchas cosas cuentan las fotos, ilustraciones, manuscritos, cartas, objetos y libros albergados en la nueva sala de 440 pies cuadrados que lleva su nombre en la Biblioteca de la Universidad del Turabo, institución en la que es Escritor Residente desde el 2007.

Parte del universo de Edgardo Rodríguez Juliá se trasladó de su estudio a esta sala. Descubrirlo requiere unir los puntos, encontrar pistas visibles y sugeridas que permiten tener una idea de cómo piensa el escritor que ha entregado textos como Una noche con Iris Chacón, entre otros.

"Esto llegó en cajas sin ningún orden", cuenta la profesora Beatriz Cruz Sotomayor, encargada de los documentos, "Fue un proceso interesantísimo. Se empezó a organizar por cronología de publicación, todo bajo la consulta de Edgardo; tenemos al escritor vivo y esa es una ventaja. Los 23 libros publicados inicialmente determinaron el orden de sus documentos".

Los textos pasaron por un proceso de ordenación, almacenamiento, enumeración y digitalización a lo largo de dos años en los que ésta compartía la tarea con su carga académica en Literatura.

La correspondencia entre Rodríguez Juliá y escritores como José Luis González, Juan Goytisolo, Julio Ortega o César Aira, entre muchos otros, representa una novedad en tiempos de correos electrónicos.

"Eso era cuando los escritores escribían cartas", menciona Rodríguez Juliá.

Dichas misivas atrajeron la atención de la Universidad de Texas, también interesada en la colección de documentos personales del boricua.

"La misma importancia que tienen las cartas para nosotros la tienen los manuscritos no mecanografiados. Hoy por hoy, rescatar la transformación de un libro es más fácil y más problemático por la cosa electrónica mientras que los manuscritos tienen un valor extraordinario, es como un aprecio medieval. Con las cartas pasa lo mismo. Cuando un escritor le escribió a otro había informalidad, aunque un cuido en el uso del idioma. Eso ha cambiado muchísimo con los correos electrónicos; quizá por la rapidez que va casi siempre es informal. Las cartas, aunque hablaran de cuestiones familiares o literarias, eran más formales. Son testimonio de un pasado reciente, pero pasado", señala.

El autor menciona que declinó...

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