Ley Núm. 237 de 13 de septiembre de 2012, para designar la Autopista PR-5, que ubica entre los Municipios de Bayamón y Cataño, con el nombre del señor Rafael Torres Ortega, en reconocimiento a su trayectoria y contribución a la sociedad puertorriqueña, a través de los diferentes campos donde ha incursionado. Así como en su desarrollo profesional, que ha dado realce y prestigio a nuestro País, y alrededor del mundo.

EventoLey
Fecha13 de Septiembre de 2012

(P. de la C. 2702)

LEY NUM. 237

13 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Para designar la Autopista PR-5, que ubica entre los Municipios de Bayamón y Cataño, con el nombre del señor Rafael Torres Ortega, en reconocimiento a su trayectoria y contribución a la sociedad puertorriqueña, a través de los diferentes campos donde ha incursionado. Así como en su desarrollo profesional, que ha dado realce y prestigio a nuestro País, y alrededor del mundo.

EXPOSICION DE MOTIVOS

Rafael Torres Ortega nació el 1ro de septiembre de 1931, en Barrio Nuevo de Bayamón, Puerto Rico, donde vivió la mayor parte de su infancia, adolescencia y juventud. Son sus padres don Ramón y doña Crucita. Siempre fue altruista; soñaba alto, quería llegar. Tenía dentro de sí una fuerza motora que lo impulsaba hacia adelante. Sin recursos, pero con anhelos; sin la meta clara, pero con horizontes fijos; con esfuerzo y dedicación, valorando lo poco como mucho y utilizando sus capacidades hasta lo sumo.

Criado a la usanza antigua, su abuelo cabeza rectora, y su amada abuela Eustaquia, la dulce y recia campesina puertorriqueña. Don Cristino, su abuelo, a pesar de no saber leer ni escribir, tenía el garbo; era refinado, muy creído de sí; características que adoptó y que hasta hoy son visibles en su carácter. Su familia natural no tenía recursos para mantener la decena de hijos que procreó. Sus hermanos y él fueron repartidos. Cada uno creció distante del otro en familias diferentes; y lo que en un tiempo para él fue motivo de gran dolor, hoy le hace sentir privilegiado. Fue esto el aguijón que le impulsó a pelear, a luchar, a brillar, a valorar y querer ser alguien de provecho en esta vida. Dios es así. Se vale del quebranto para sacarnos lustre, y lo que puede ser el “menosprecio de esta vida”, como lo llamó el profeta Ezequiel, se convierte en una gran promesa.

Así como la cisterna, el destierro y la cárcel fueron para José su entrenamiento para gobernar, según las escrituras, el Señor preparaba a aquel hombre, que mandaría y guiaría la gente a la guerra.

Un día terminaron sus estudios en el campo y llegó a la ciudad. Y así como recitó el gran poeta puertorriqueño Luis Lloréns Torres, partió hacia nuevos rumbos.

La torre de la Universidad le pareció un monumento, y el hambre de conocimiento inundaba sus sentidos. Comenzó sus...

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