Libia

CARLOS FUENTES

ESCRITOR

En 2009, estas palabras -dichas en el Egipto de Hosni Mubarack- fueron tildadas de idealistas. Egipto, Túnez y Libia estaban dominadas por dictaduras personales, al extremo opuesto de lo dicho por Obama. Pero en 2011 -hoy- Mubarack, depuesto, es exhibido en una jaula. El dictador tunecino, Ben Alí, ha huido. Y el sátrapa libio, Muamar Gadafi, pasó a ser un cadáver expuesto a la curiosidad ciudadana en una tienda de pollos en Sirte.

Lo dicho por Obama hace dos años es hoy la realidad del África del norte. No una realidad perfecta, como no lo fue la de México entre la caída de Porfirio Díaz (1911) y el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934). Pero una realidad irreversible. Por más conflictos de sucesión que se den en Libia, Túnez y Egipto, el pasado no regresará. Habrá, sin duda, nuevos conflictos, nuevas realidades, nuevos actores. Pero las dictaduras personales de Mubarak, Gadafi y Ben Alí no se repetirán.

¿Por qué?

Los crímenes de Gadafi, durante un reinado de cuarenta años. Las cerca de cincuenta mil víctimas (acaso más) de su terror. Los hombres y mujeres asesinados, encarcelados, torturados, junto con el crecimiento espectacular de las fortunas privadas de Gadafi y su familia. El petróleo hacía perdonables muchos crímenes del dictador, aunque revelase la hipocresía de sus clientes.

La muerte del tirano fue horrible. Hitler se suicidó, convencido de que, si lo capturaren vivo, hubiera sido paseado en una jaula. Stalin murió en paz. Pero Mussolini, fusilado primero, fue colgado de los pies, junto con su amante Claretta Petacci, en la Plaza Loreto de Milán. Gadafi fue capturado en un túnel de Sirte, vejado, insultado mientras se defendía débilmente: "¿Quiénes son? ¿Por qué hacen esto?" Y, al tocarse la sangre en el rostro: "Vean nada más lo que han hecho".

"Miren lo que han hecho". ¿Se preguntó alguna vez Gadafi: "Miren lo que yo he hecho"? Tremendo ejemplo el de Gadafi, déspota absoluto. Sobre esa Hubris, orgullo desmedido del poder que tan finamente analiza Carmen Aristegui en un reciente artículo, citando al excanciller inglés David Owen: "Los actos de Hubris son mucho más habituales en los jefes de estado y de gobierno, sean democráticos o no, de lo que a menudo se percibe. El autoengaño es un factor que desempeña un papel notablemente grande en el gobierno". El lector mexicano -y el latinoamericano- puede buscar y encontrar las comparaciones que guste. Sin excluir a nadie, creo que Lázaro Cárdenas, grande como era...

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