La locura de la felicidad

JUAN ANTONIO RAMOS

ESCRITOR

En cualquier lugar y en el momento menos esperado alguien te puede espetar: "Todo está en orden divino", "el universo conspira a tu favor", "pasa la página y sé feliz", "deja de sufrir".

Sabemos que los libros de autoayuda han desplazado a los libros de literatura en el favor del público lector. En un mundo convulso, enfermo y degradado como el nuestro, es comprensible que busquemos algo o alguien que nos brinde aliento, consuelo y esperanza.

El Dalai Lama dice que el propósito principal de nuestras vidas es buscar la felicidad. Y es cierto. Todos queremos ser felices. Estar bien. Sentirnos bien. Disfrutar la vida. Vivir contentos con nosotros mismos y hacer felices a quienes nos rodean. Creo que lo que nos irrita de esta locura de la felicidad son los excesos. Rechazamos la banalidad y el descaro de los oportunistas que cogen pon en la exitosa guagua de la autoayuda, convirtiéndola en parodia de sí misma. Pero eso es algo inevitable, porque las modas arrastran todos esos males. Dejaremos que el tiempo se encargue de poner cada cosa en su lugar.

Les aseguro que he hecho un esfuerzo sincero por hacerme amigo de las lecturas edificantes. Y en algunas ocasiones lo he logrado. Disfruté de la sabiduría que encierra "El arte de la felicidad" del Dalai Lama. Leí con muchísimo interés "Una vida con propósito", de Rick Warren. Asimismo, agradezco los mensajes reconfortantes que recibo con regularidad de mis buenas amistades.

Sin embargo, cuando se habla de novelas escritas por autores de autoayuda mi opinión cambia. Les contaré algo que me pasó hace poco. El otro día fui a almorzar con unos cuantos amigos y amigas que asistimos al gimnasio a sudar y a torcernos el tobillo, el brazo, el cuello y cuanta parte del cuerpo uno pueda torcerse. En la conversación salieron a relucir los temas de siempre: el alto costo de la luz, de la gasolina, de los alimentos, de la transportación pública, de la educación, de la vivienda, de la ropa, de los medicamentos, la corrupción en el Capitolio, en la Policía, en las agencias gubernamentales, la violencia en las calles, en las escuelas, en los hogares, el callejón sin salida de la colonia, las encuestas realizadas por los medios noticiosos de cara a las elecciones del 2012, los plebiscitos que el gobernador se sacó de la manga, la bancarrota económica de Puerto Rico, de Estados Unidos, de Europa, del mundo, hasta que de pronto, Rogelio, out of the blue, me pidió que le recomendara alguna...

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