Lorenzo Homar, eterno en la memoria

Por Mario Alegre Barrios

malegre@elnuevodia.com

Varios años antes -en 1978- el maestro Lorenzo Homar había tenido una exposición similar en el Museo de Arte de Ponce, despliegue que pensó sería el último con ese abarcador perfil, sin imaginar que tres lustros más tarde presenciaría otro. "Ahora sí creo que será la última retrospectiva de mi obra en la que estaré presente en la apertura...", me dijo esa mañana mientras conversábamos en un banco del parque. Y lo fue.

Justamente 11 años después -a unos pasos de ahí y muy cerca también del lugar donde nació 80 años antes- el maestro murió apaciblemente en el hogar Nuestra Señora de la Providencia, en Puerta de Tierra, sin tiempo ya de ver el amanecer del 16 de febrero del 2004.

A unos días de la fecha en la que el maestro Homar hubiese cumplido 98 años de vida, el recuerdo de aquella extensa conversación me alcanzó con destellos propios de las experiencias que atesoro como un privilegio destilado por el paso del tiempo.

La vida suele ser algo más que el tiempo entre dos fechas grabadas en un pedazo de mármol, realidad que en el caso de Homar alcanzó dimensiones sin duda épicas, con una huella que desborda lo que parece posible hacer en una sola existencia a contrapunto con un perfil bastante privado, cincelado por el maestro a fuerza de intentar mantenerse alejado de ese figuraje tan común entre los artistas.

Esa distancia -por modestia y no por arrogancia- construyó en torno a Homar una urdimbre de mitos que nunca negó ni afirmó categóricamente. No obstante, en aquella charla aceptó haberse convertido un poco en ermitaño.

"Nunca he sido vedette", dijo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR