El lujo de comer pechuga

Por Las Tres

-Donde comen dos, comen tres, decía Carmela mientras sacaba la vajilla que nunca usaba para convencer a Manolo de que cambiara la mala cara ante la presencia de don Jacinto.

Añadieron la mesa de dominó a la del comedor.

-Yo me siento al lado de tío Frankie, planificó Manolo, y la pechuga es mía.

-Doy gracias a Dios por el fresco que entra por esta ventana. Aquí voy yo, dijo don Jacinto usurpando el puesto del tío.

-Abuelo, siéntese donde guste, insistió Manuel con voz de anfitrión experimentado.

Carmela trajo el pavo dorado y humeante seguido de un séquito de platillos acompañantes. Las plegarias eran inminentes.

-Que haya trabajo, pidió Manuel.

-Que haya comida, le siguió Carmela.

-Que haya paz y no huelga, solicitó Milimari.

-Que inventen un nuevo iPod, dijo suplicante Manolo y sintió el pisotón de Carmela.

-Que haya silencio, dijo en su turno titi Mildred, libre de la violencia doméstica.

-Que Zucarita hable, pidió su hijita Zuleika jugando con el rabo de la gatita.

-Que los muertitos que lleve en el coche fúnebre no sigan siendo jóvenes, rezó tío Frankie.

-Que cuando Manolo sea viejo, no esté solo, cerró don Jacinto la oración compartida.

Las miradas emigraron hacia el menor de los Rivera que fingía devoción cerrando los ojos.

Con...

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