Luz

MAYRA MONTERO

ESCRITORA

Puerto Rico no es un narcoestado, pero historias como éstas llevan a concluir que el perfil de gobernabilidad está ahora mismo tan adulterado, que nada puede descartarse. Se trata de un fenómeno que avanza a una velocidad de vértigo. La negación por la negación no conduce a nada, sólo a engañarnos a nosotros mismos. Los empleados de la AEE fueron pródigos en detalles. Narraron, por ejemplo, que los dueños de los puntos también disponen de llaves especiales, que sólo tienen en la Autoridad, para abrir gabinetes y contadores, donde guardan la droga o estampitas de la virgen.

Hay que presumir que los empleados de Energía Eléctrica, cuando llegan a las oficinas, informan a sus supervisores sobre estos "pequeños contratiempos". Supongo que habrán contado que han tenido que pedir permiso al dueño del punto, ya que este decide cómo y cuándo trabajan en su territorio. La pregunta es: ¿avisan en ese momento a la Policía? Y si la respuesta es sí, ¿qué hacen entonces las autoridades?

Los dueños de los puntos se están convirtiendo en el equivalente de los "señores de la guerra" en Afganistán. No es exageración, si nos atenemos a lo que cuentan los trabajadores de la AEE. Estoy segura de que si se entrevistara a otros empleados, de otras agencias como Acueductos, que también realizan su labor en la calle, contarían historias similares.

El secretario de Justicia, Guillermo Somoza, reaccionó airado a las advertencias de que Puerto Rico podría devenir en narcoestado si no se toman medidas urgentes. Dijo, entre otras cosas, que no había visto aquí un solo caso de juez, fiscal o jefe de agencia que estuviera involucrado en el narcotráfico.

Pues no sé, pero se me ocurre preguntar lo siguiente: ¿acaso no se han dado en Puerto Rico decisiones judiciales incomprensibles, que han beneficiado descaradamente a narcotraficantes, a sus acólitos, o a los sicarios, y en las que todo el mundo ha podido leer entre líneas? ¿Acaso no es secreto a voces que en ciertas regiones del País, algunos jueces de determinadas salas han estado más inclinados a escuchar razones y tecnicismos que les permitan dejar en la calle a los pejes gordos? Entonces no se puede ser tan tajante de decir que "no, ninguno, ni un solo caso". Porque la verdad nos estalla en la cara.

En definitiva, lo que sí corre por todas partes, a borbotones y salvajemente, es el dinero sucio.

Y si eso no es un mal síntoma, la base misma de la podredumbre que penetra y controla, a ver qué...

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