Luz

Ruth Merino

Mis razones son contundentes: tenemos muebles que por lo viejos deberían estar en un museo, somos un hotel con huéspedes permanentes y ocasionales, la cocina está a disposición de quien quiera usarla 24/7, el patio se transforma en piscina cada vez que llueve y la sala es escenario de "shows" de ballet, tango y salsa cuando el espíritu artístico se apodera de nosotros.

No sé si estos argumentos serán aceptados, pero bien vale la pena presentárselos a esta corporación pública porque no pagar por la electricidad sería una bendición. Eso fue justamente lo que llevó a los municipios a oponerse con todas las fuerzas de sus burocráticos corazones a una ley aprobada en el 2011 que exige que por lo menos paguen una parte de la electricidad que usan. No soltaremos ni un chavo prieto, dijeron los alcaldes. Y con gran firmeza han mantenido esa gloriosa y heroica postura hasta ahora. (Dicen que en febrero empezarán a respetar la ley que tan olímpicamente han ignorado. Estaremos pendientes).

En lo que el hacha va y viene, estoy rebuscando en mi mente estrategias diversas. He pensado, por...

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